He estado pensando y creo que parte de las pegas se deben conseguir por amiguismo. O sea, algo de talento habrá, pero el amiguismo debe tener algo que ver. Y yo soy más bien corta de genio. Va más allá de mí: no sé cómo acercarme a las personas, las amigas que tengo lo son porque ellas decidieron serlo y menos mal, sino sería una ermitaña. Por ejemplo, recuerdo a la que ahora es una de mis entrañables. Nos conocimos haciendo promoción vestidas de bistec afuera de una carnicería. Estuvimos siete horas y por supuesto que conversamos, trivialidades pero conversamos, si tampoco soy muda. Al final de la jornada me pidió el teléfono y yo se lo di pensando que nunca en la vida me iba a llamar. Al otro día me llamó y me pidió mi dirección porque andaba cerca, yo de pura lesa, le di una dirección mula, es que de qué íbamos a hablar, los silencios incómodos me matan, qué hago, que nervio! Al tiro pensé que no podía ser tan pava y la fui a encontrar a la esquina diciendo que me había equivocado. Ese día comimos, tomamos y como ya era tarde en la noche se quedó a dormir. Al otro día tomamos desayuno y ella tenía que hacer unos trámites lateros en el centro y me pidió que la acompañara. A mí me extrañó su confianza conmigo, pero la acompañé y al final de ese día ya éramos como amigas viejas. Lo mismo pasó con Camila, mi amiga de casting, un día vino y me habló. Yo había querido hablarle a ella o a otras personas antes, porque siempre somos los mismos y a veces las esperas son de varias horas… y ellos sí hablan entre ellos. Alguna vez intenté acercarme para integrarme a una conversación para matar el tiempo, pero apenas me paraba del asiento, me venía un vacío de nervio en le pecho que me hacía retroceder de inmediato. Lo realmente fome era cuando me paraba del asiento, no lograba acercarme y cuando quería sentarme otra vez el famoso asiento ya lo estaba ocupando alguien más. Es que siempre los asientos son menos que el número de gente que espera y están pegados a los muros, entonces quedarse sola y parada al medio de los sentados que te miran raro es como para no intentarlo por lo menos en unos tres castings más. En cambio Camila no: ella es sociable. Siempre que llego ella ya está conversando con una o más personas, a veces que acaba de conocer y que no les sabe ni el nombre, pero hablan como si fueran amigos de chicos. Seca, nunca se aburre. Y así estaba ella, conversando cuando llegué al casting del comercial de la pasta de dientes. Apenas me vio me vino a saludar y me contó que estaba con unos gallos súper simpáticos, uno era “dire-foto”, aunque nunca había dirigido nada además de su egreso y ahora iba a reemplazar al camarógrafo del casting, y el otro era guionista. Bueno, estaba en un taller de guión. Camila quiso presentármelos y al principio dije que no porque me daba plancha, pero cuando ella insistió fue cuando pensé en eso de que algunas pegas se consiguen por amiguismo y me dije que claro, ellos no han dirigido ni escrito nada AÚN, pero en algún momento lo van a hacer y cuando eso ocurra van a necesitar actores para hacer sus proyectos… entonces tomé aire y fui con ella. Las cosas se dieron fáciles, ellos eran muy amables, me preguntaron qué había hecho y yo les conté del comercial del banco. Y así estábamos, todo buena onda cuando nos invitaron a seguir conversando “allá atrás” con la ceja levantada. Entonces Camila me miró y me preguntó si yo iba “alla atrás” con su ceja levantada. Y yo, que no tenía idea qué era eso pero que ya me sentía lo máximo con amigos nuevos y casi protagonista de su próximo largometraje le respondí “Vamos pa’ atrás po”. Y fuimos. Una vez parados en el cochino patio de atrás de la cabaña de los castings, no habíamos dicho ni tres palabras cuando el guionista sacó un pito y lo prendió jactándose de su cosecha casera. Fumó el dire-foto, fumó Camila y me llegó a mí. No sabía qué hacer, yo nunca había tenido un pito en la mano y hasta la palabra marihuana me sonaba a noticiario central. En un segundo pensé que esa no era la manera, que no podía dejarme vencer por esta droga… y de inmediato pensé que en realidad sí podía y fumé. Bastante. Y no me atoré de hecho nadie se dio cuenta de que fue mi primera vez. Antes de volver a “adelante” el guionista nos prestó gotas para los ojos y estaba pasando más o menos piola cuando oí al gordito de los números decir el mío. Crucé a la sala de casting, saludé y me dieron las instrucciones: “Vos bailás de espalda a la cámara como si estuvieras en una disco y a mi seña vos volteás, sonreís y decís “vas a tener los dientes tan blancos como… los dientes blancos”” y a mí me bajó un ataque de risa…carcajadas y carcajadas mientras repetía “como los dientes blancos” y seguía riendo. Hice el casting. Desbocada de risa, pero lo hice. Y creo que fue el mejor casting que he hecho hasta hoy, por lo menos en le que mejor lo he pasado. A la salida Camila y yo nos fuimos a comer un helado. En realidad tres.
Monday, January 19, 2009
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