Wednesday, March 29, 2006

Nuevos Créditos de Consumo

Después del episodio del huevo duro no fui más a castings por un tiempo. Estaba demasiado avergonzada a pesar de que Camila, mi nueva amiga de casting, me había dejado claro que pasé piola. La vergüenza era más fuerte y decidí quedarme un tiempo “fuera de las cámaras” y dedicarme a mi oficio (no profesión) de mesera. Como mesera me sentía bien, ahí tenía buenas amigas, todas estudiantes o recién tituladas, era una pega con horario cómodo, pues entraba a trabajar a las 7 de la tarde, lo que me dejaba el día libre para otras cosas, podía pedir reemplazos cuando fuera necesario y, además, me ganaba mis luquitas. Lo único malo era la dueña. Una pelotuda… tenía como 312 años, pero representaba 68 y se creía de 25: cara de turca-judía, piel morena y pelo bien rubio a lo Linda Evans, pero con el peinado de Tina Turner en el 86, usaba el último modelo de sostén “push down” y sus pantalones de cuero negro incluían jocosas cintas rosadas en su parte inferior, pero cero poto en la superior. Se llamaba Lily y jodía. Jodia por todo Dios santo! Uno atendiendo sola a treinta tipos y ella sentada en una mesa: mijita, anda a subir la luz que está muy baja…, mijita, bájala no más de vuelta que estaba mejor antes…, mijita, dile al barman que el vino en copa lo sirva medio centímetro sobre la guatita de la copa…, mijita mijita!! ven, ven no más, después yo le digo…, mijita, ¿sabes? Dile tú mejor altiro, para que sepa… vieja de la conchesu#&”=%##. Y en eso estaba, explicándole al barman sobre el medio centímetro de la guatita de la copa, cuando vibró mi celular en el bolsillo de mi mandil, me escondí rápidamente detrás de la barra para que la vieja de mierda no me fuera a pillar y respondí. Era mi agente. Le dije de inmediato que no quería castings esta semana, pero ella me interrumpió diciendo que el comercial de este banco era sin casting, que me podía presentar por archivo, o sea, mostrando el video de algún casting anterior… ya po, pensé, total no hay nada que perder, así es que asentí y colgué para que la vieja me siguiera jodiendo. A la mañana siguiente me despertó el celular comunicándome el milagro. “Ya mi niña, quedaste en el comercial, así que hoy en la tarde tienes tu prueba de vestuario” Casi me caí de la cama de la impresión, no lo podía creer, el sueño de las 300 lucas por medio día de filmación se hacía realidad… epa! No son 300 mi niña, son 100 no más porque tu personaje es secundario, o sea, igual es súper importante pero no es el protagonista. Pero es vitrina mi niña, te va a ver todo el país y de aquí para a delante po, olvídate de los castings, ahora te van a llamar directo! … “llamar directo… llamar directo…” resonó como eco en mis oídos, sería algo que superaría con creces mis pronósticos. Apenas le colgué a mi agente volvió a sonar el teléfono: ¡¡era la vestuarista del comercial!!, quien me ves-ti-rí-a… no me aguanté y, la perna, le pregunté si habría alguien que me maquillaría también, a lo que ella, riendo, respondió, “y alguien que te peine también”. Tuve la tentación de preguntar por un trailer con mi nombre en la puerta, pero me contuve. Colgué el teléfono me vestí con mis correspondientes “push up” y “poto up” y me fui a la productora donde me encontré con la otra muchacha que también grabaría y, desde ahí, nos fuimos todos al lugar de locación para hacer el famoso comercial. Fue fabuloso, todos era muy amables conmigo, me ofrecían de comer, de tomar, me vistieron, peinaron, maquilaron, hicieron un poco de masaje, las luces me apuntaban y ellos medían la luz en mi rostro, una muchacha me sacaba fotografías, me sentía Julia Roberts, pensé que desde aquí mi carrera se iría al estrellato, me imaginaba caminando por la calle oyendo a la gente comentar susurrando “mira, es la niña del comercial del banco, que bien lo hacía”, hasta que oí “acción”. La otra muchacha y yo estábamos sentadas en una tomando café y yo le pregunté “cómo lo pasaste!?” con mi cara más expresiva y llena de entusiasmo (en el fondo, jugándomela a concho) y ella respondió “el viaje estuvo increíble, y el crédito lo puedo pagar en las cuotas que yo misma elegí” Lo hicimos varias veces y la vez final todo nos aplaudieron. Fue tan bueno que el día que lo iban a pasar por la tele reuní a mi familia y amigos para que lo viéramos juntos, les advertí que era el comienzo de mucho, que el director me tenía en vista para su próxima película y los agasajé con pisco sour y canapés de choclitos enanos y palmitos. El comercial salía justo a las 9 después de la teleserie y eran las 8:45 y estábamos todos, copa en mano, expectantes, y no faltó alguno que tiró el chiste por ahí que luego sería protagonista de la teleserie y no del comercial… jajajajaja. A las 8:58 comenzaron los créditos y luego el comercial. “Nuevos créditos de consumo, “el viaje estuvo increíble, y el crédito lo puedo pagar en las cuotas que yo misma elegí”… sin la pregunta inicial. Lo único que se vio de mi fue un pedazo de mi nuca. Hubo un silencio general. Silencio que se quebró cuando el mismo tallero dijo “¡igual es la nuca más famosa del país!”. Finalmente todo el mundo me dijo que daba lo mismo, que igual me habían pagado platita, que ya vendrían más oportunidades y todas esas cosas que a uno le dan lo mismo porque quería salir en la tele y ganarse 300 lucas y no mostrar la nuca por 100. Al otro día fui a buscar mi cheque. Obviamente, en la calle nadie me miraba. Pensé que quizás lo había hecho muy mal, que por eso lo habían cortado, después me di ánimo pensando que todo el mundo dice que en la tele el tiempo vale oro y que, seguramente, por una cuestión de tiempo tuvieron que cortar la pregunta y dejar sólo la explicación… y en eso estaba cuando llegué a donde la secretaria de la productora y me entregaron mi cheque: 600 lucas. ¡¡Pa más re cacha el cheque está malo!! Oye, le dije a la secretaria, este cheque está malo… “no me digai ná” me respondió, “que yo caché que estaba raro y lo fui a revisar, pregunté y todo, pero todos me dicen que está anotado que ese es tu cheque y el mes administrativo de acá está cerrado, así que llévatelo tranquila no más”. ¡¡¡¡600 LUCAS!!! ¡¡¡Que me importa que me muestren la nuca!!! Y en dos semanas no vi la cara de la dueña del restorán.